lunes, 29 de noviembre de 2010

Historia de una locura

Cuando se lo cuento a la gente, me llaman loca. "¿Pero, alma de cántaro, tú sabes lo que es un instituto hoy en día?". Y la verdad, la verdad, es que tengo que decir que no, que ni sé lo que es un instituto hoy ni sé lo que ha sido nunca, porque salvo el mes y medio que estuve haciendo las prácticas del CAP no he pisado un instituto en mi vida. 
Estudié en un colegio concertado hasta COU (que entonces se hacía BUP y COU), y desde que tengo uso de razón sabía que yo quería ser profe de literatura. Terminé mi carrera a los 23 añitos y decidí que quería seguir estudiando, así que me lié la manta a la cabeza y me puse con la tesis. Hoy soy doctora y doy algunas clases de literatura en la universidad, pero nadie parece entender que tras haber hecho la tesis mi objetivo sea trabajar en un instituto.
Y no es que no vea las ventajas de la docencia universitaria (que las tiene), ni las dificultades de ejercer en un instituto (tengo amigos). Tengo miles de razones, pero daré solo unas cuantas. De muestra.
  1. Lo que me llevó a estudiar lengua y literatura fue mi pasión desde pequeña por la lectura, pasión que quisiera poder transmitir a mis alumnos. Mi deseo es crear lectores, cosa que no puedo hacer en la universidad: si un chico de 20 años estudia Filología Hispánica y no le gusta leer, definitivamente es un caso perdido.
  2. Desgraciadamente, la enseñanza universitaria tiende al anonimato. Conoces de vista a los alumnos de la primera fila, te sabes el nombre de 6 en un grupo de 40; has hablado sólo con 3 en los cambios de clase. Yo quiero conocer a mis alumnos.
  3. A veces pienso que soy demasiado... creativa (por no decir excéntrica), y que la universidad aún no está preparada para mis extravagancias pedagógicas. No sé por qué me miran raro cuando hablo de la publicidad subliminal en las series de moda de la tele para explicar el teatro del Siglo de Oro.
Aún así, he tenido suerte, porque estoy dando clase a un grupo muy especial este año (ya hablaré de esto en otro momento). Así que disfruto como puedo, y en mis ratos libres abono mi sueño del instituto estudiando temas de oposición. Y se me pasan las noches programando de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, ¿se me secará el celebro, de manera que venga a perder el juicio? ;)
En estas páginas dejaré la historia de mi locura, para quien quisiere leerlas.

6 comentarios:

  1. ¡Yo soy uno de ellos, yo leeré tus reflexiones! Y me parecen estupendas las razones que das para ser profa de instituto. Así que ¡a estudiar!, pero anda con ojo que los temas de oposición son mucho peor que las novelas de caballerías...

    Te escucho por la FM, Mercedes. ;P

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  2. Esa ilusión que tienes es fundamental. Ya nos veremos también por aquí ;) Me gusta el aspecto del blog...¡Suerte con él!

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  3. Profe cualquiera, Marian... ¡Sois los primeros que comentáis en mi blog! Muchas gracias por ese honor y por los ánimos.

    La verdad es que me siento muy ilusionada, y eso es fundamental. Tengo ahora mismo apoyos importantes y eso también cuenta.

    Ahora sólo me queda aplicarme y luchar contra los molinos de viento que no son gigantes, sino tribunales de oposición ;)

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  4. Precisamente yo tenía el sueño (no cumplido) contrario: dar clase en la Universidad.
    Me alegro de conocer a alguien que piensa de un modo tan diferente.
    Buena suerte.

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  5. No llevo mucho tiempo en los institutos (menos de 10 años), aunque no creo que lo cambiase por otra cosa. No me importaría ser asociado en la universidad, pero pienso, como tú, que no tiene punto de comparación con la adrenalina de la Secundaria, con la pasión por enseñar.
    Bienvenida a la feria docente.

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  6. @Toro sentado, @Antonio: La universidad tiene su aquel, y no le niego cierto atractivo, pero a mí me ha decepcionado bastante en algunos aspectos. Gracias por la acogida.

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